Bajo la espuma formidable, y olas gigantes,
adorar a los peces y estrellas submarinas.
Descubrir conchas y corales
y especies únicas en el fondo marino.
Arenas donde dejar las huellas
de mis pequeños pies, danzarines,
abrasadas por el calor del sol,
en las horas del mediodía.
No he tenido sombrillas, de tres colores,
ni bocatas de sardinas o latas de bebidas recalentadas.
Flotadores y cubos con palas, para construir castillos.
Los he colgado del aire, siempre que he podido,
con permiso de nadie, y en las siestas de verano,
mientras hacía que dormía, sin exagerar.
Y que no se cortase la digestión,
por Dios bendito…
En Madrid, me quedé esperando,
que trajeran el mar,
no costaba tanto…
Sin un mar nunca, he crecido, créeme,
en mi ciudad querida,
pero he tenido el deseo…
y lo tengo todavía.
La niña que fui,
sigue esperando, y soñando,
que traigan el mar.
Amado, salvaje, azul.
No, no cuesta tanto…
que volar, quiere,
sobre su cielo, la cometa del pasado.
Ángeles Córdoba Tordesillas ©
Fotografía hecha con estas gafitas que Dios me ha dado. |
Son maravillosos tus anhelos. En mi mar, voy navegando con un pequeño barco, no llevo sombrilla, ni bocatas de sardinas, pero te puedo llevar, hay cariño, respeto, amistad, que nos harán sombra y nos alimentarán. Mi barco se llama "Ángel" en homenaje a una amiga a la que quiero.
ResponderEliminarQué bonito detalle poner ese nombre a un barquito velero o de remo... Las sardinas y las sombrillas son prescindibles pero el cariño, el respeto y la amistad, fundamentales.
EliminarEspera que subo, tal vez, con ese nombre que le has puesto, consigas que vuele.
Gracias, Manolo.