Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

29 jul 2015

TRAED EL MAR

No he tenido un mar para descalzarme y nadar.
Bajo la espuma formidable, y olas gigantes,
adorar a los peces y estrellas submarinas.
Descubrir conchas y corales
y especies únicas en el fondo marino.

Arenas donde dejar las huellas
de mis pequeños pies, danzarines,
abrasadas por el calor del sol,
en las horas del mediodía.

No he tenido sombrillas, de tres colores,
ni bocatas de sardinas o latas de bebidas recalentadas.
Flotadores y cubos con palas, para construir castillos.
Los he colgado del aire, siempre que he podido,
con permiso de nadie, y en las siestas de verano,
mientras hacía que dormía, sin exagerar.
Y que no se cortase la digestión,
por Dios bendito…

En Madrid, me quedé esperando,
que trajeran el mar,
no costaba tanto…

Sin un mar nunca, he crecido, créeme,
en mi ciudad querida,
pero he tenido el deseo…
y lo tengo todavía.

La niña que fui,
sigue esperando, y soñando,
que traigan el mar.
Amado, salvaje, azul.
No, no cuesta tanto…
que volar, quiere,
sobre su cielo, la cometa del pasado.

Ángeles Córdoba Tordesillas ©


Fotografía hecha con estas gafitas que Dios me ha dado. 

2 comentarios:

  1. Son maravillosos tus anhelos. En mi mar, voy navegando con un pequeño barco, no llevo sombrilla, ni bocatas de sardinas, pero te puedo llevar, hay cariño, respeto, amistad, que nos harán sombra y nos alimentarán. Mi barco se llama "Ángel" en homenaje a una amiga a la que quiero.

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    1. Qué bonito detalle poner ese nombre a un barquito velero o de remo... Las sardinas y las sombrillas son prescindibles pero el cariño, el respeto y la amistad, fundamentales.
      Espera que subo, tal vez, con ese nombre que le has puesto, consigas que vuele.
      Gracias, Manolo.

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