Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

10 jul 2015

SEXO EXTRAOFICIAL

María Maravillas y su atuendo, dentro de una maleta llamada Aerostática, para unas vacaciones cortas, fueron la dulce e irresistible tentación para Geodosio. En cuanto puso los ojos sobre su persona, se quedó pegado a la vasta hermosura de la chica, pero a ella ni fú ni fá el individuo, habitante genuino. Sólo pretendía pasar el rato como podía, le gustaba entretenerse con algo. Se había confundido de autobús y en vez de ir de Cuenca a Benidorm, acabó en Mérida. El destino le cambió de destino. Allí no tenía familia, ni amigos, ni siquiera algún conocido que llevarse a la boca, ni una triste media playita para broncearse.

Así ocurrieron los hechos, dos puntos.

Era joven, capicúa, recién estrenada y hormonal, sobre todo por las noches y cobrando. Consideró  mejor, viajar de Mérida a un pequeño pueblo de las cercanías… después de visitar el Teatro Romano, faltaría más. Así su espíritu aventurero tendría vía libre, en ese pueblo correspondiente pero ficticio; construido expresamente, por exigencias de este relato. Geodosio, que se hallaba cumpliendo sus funciones alcalderiles, señor distinguido para sus convecinos, podía elegir lo que quisiera, y la eligió a ella, para eso era el alcalde.

“Para eso no. Para todo lo honrado del mundo sí, si tiene que ver con la política”, decía su madre. 

Lo único que tenía en su contra era el mal pronto que le podía. Con más de cincuenta y cuatro y aún no había aprendido a controlarlo. Por lo demás, era un pedazo de pan integral.

-Madre, déjeme que yo aprenda sólo, de tanto meterme en los charcos… aunque sean charcas y forasteras. 
-Tú mismo, hijo. Me matas de cansancio y no te repito más las leyes universales, porque me roza la dentadura.
-Esta muchacha me gusta más de lo debido pero iba como turista al Alicante costero. Lo nuestro ha sido accidental. A ver cómo se suceden los acontecimientos.
-Unos tras otros, supongo… Que Dios os pille confesados…
-No me sermonee, diantre, madre bendita, que no está el cementerio para vivos y más sabe el diablo por viejo, ya lo sé… no deja de repetírmelo cada día de mi vida.
-Bueno, bueno… Yo no la veo para esposa a esa candidata despistada… Y algún día te dejará por otro más alcalde que tú y mejor vestido, ya verás, ya, que me llevas unas pintas… dónde se habrá visto a un alcalde delgado, con la camisa por fuera de los pantalones. Yo porque te quiero con amor de madre y estoy acostumbrada a todo por el tiempo que hace que nos conocemos, que si no… te compraría ropa de última generación, hasta sin tu permiso. No me amedrento por nada, excepto por la falta de dinero, pero si me lo prestas, ningún problema al respecto.
-Salgo a la conquista madre…
-¿De un mundo mejor?
-No, madre, más quisiera yo. Desde mi puesto no tengo acceso a tanto. Me refiero a lo de la chica mona, como le he contado, que ha pasado esta mañana al Ayuntamiento, por un mapa para saber dónde estaba. Y no le he invitado a comer a nuestra casa, por respeto a usted.
-Supongo que tú la situarás bien, para que se ubique… si es tan mona.
-Lo haré madre. Ya conoce mi buena educación y mis inquietudes.
-Y bien. Comprométete pronto y con condiciones. Separación de bienes, por si hay caso y casorio. Y que llevarás a su suegra, o sea a mí, a vivir con vosotros, si se tercia…. que se terciará.

Se encontraron en la plaza del pueblo, como habían quedado. Dos mamíferos y adultos, eso es lo que tenían en común. Ella ya desayunada, comida y lista para las carantoñas de la sobremesa o siesta, también pudiera ser. Había madrugado mucho y no tenía para estar despierta ni media hora tonta, en aquella plaza cultural.

-Si quieres vamos a hacer una ruta turística o te llevo a buscar hostal barato, por aquí cerca. –Preguntó él, muy atento… a las señales del destino. Ella no respondió, los zapatos le apretaban; le dolían los juanetes, y le sobraba la pamela. Se le relajaba sobre los ojos su ala y no le dejaba ver demasiado, aparte de que el sueño la tumbaba; no me refiero a que Geodosio fuera el hombre de sus ídem, sino a que se le cerraban los párpados, sin permiso del contribuyente. Así que se dirigieron juntos a “alguna pensión que esté bien”, le pidió ella, cuando consiguió articular palabra.

-Mira, ésta me gusta para ti. Te pega con la pamela… ese azul claro de la fachada ¿Qué te parece?...
-Bueno, que me la envuelvan para regalo o me la llevo puesta.
-Vamos ahora mismo a reservar… te he visto convencida. Así relajaré los bíceps de tu Aerostática.
-Eres un encanto, Joselito.
-No, perdona pero me llamo Geodosio… Las presentaciones han sido tan rápidas… y no me gusta insistir. No te preocupes, ya te lo aprenderás… a veces cuesta. Lo entiendo.
-Discúlpame. Es que te había entendido Feodosio y pensé que estabas bromeando. Por eso decidí que te sentaba mejor Joselito… como eres de su edad, más o menos, y este nombre me parece más familiar y más cómodo.
-Ahora el encanto eres tú. Gracias, pero no canto. ¿Coordinamos?
-Coordinamos.

Entre que sí, que no, que quita esa mano de ahí… que pónmela después… en aquella pensión, pasó casi de todo. Cortejo, tirada de tejos y luna de miel sin boda de por medio y en pleno uso de sus facultades mentales y proceso digestivo.

Es que cuando una joven inquieta tiene la intención de ir a la mar salada a lucir bikini turquesa, al final, se pierde entre alcaldes de pueblo y pensiones baratas. Pasa todos los días...

FIN (ANUNCIA EL ALCALDE… Quiere dejarlo aquí; que tiene quehaceres propios de su puesto, dice. No sé si será verdad… u otro cuento)

Ángel C. T. © 2014


Foto "enviada por wasap" de María Maravillas.

Retrata a la acuarela, de María Maravillas, pintada con estas gafitas que Dios me ha dado.

2 comentarios:

  1. Me quedo con las ganas de que continúe la historia del Sr. Alcalde y de María Maravillas, una Sra. de muy buen ver, seguro, especialmente para el Alcalde que, tal vez, no se imagina que puedan existir mujeres de rompe y rasga. Y la intervención prudente (o no), de la madre del político.

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    1. Pues quién sabe... tal vez algún día escriba una segunda parte, siempre y cuando el señor alcalde siga en su puesto y viviendo con su señora madre. Gracias por este divertido comentario, Manolo.

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