Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

25 ene 2015

LA ESTORNUDADORA

Tengo una vecina que cada día, sea miércoles o domingo, de cada mes, de cada estación del año, durante todo el año, a la misma hora, a las siete cuarenta y cinco de la mañana, variando solamente con el cambio de hora -que entonces se retrasa o adelanta una- estornuda diez veces consecutivas, con un intervalo de cinco segundos, entre estornudo y estornudo, y una duración de éste de, exactamente, tres segundos. Es decir, cada veinticuatro horas, ella utiliza más de un minuto (1’15”) en ejercer un derecho totalmente lícito y legal, por tanto, no denunciable: Estornudar. Y cada estornudo que le sigue al anterior es más estridente. Semejante acto reflejo por lo repetitivo, se hace eterno para el oído de la que suscribe. La audición de este “paranormal canto de gallo” se ha convertido, para una servidora, en una rutina desagradable.

Me pregunto si ésta, será una buena razón para pedir el divorcio. No yo, claro, que felizmente no estoy casada con alguien que tiene esta singularidad, sino para el sufrido marido. Pero bueno, que sea él, el que decida. Igual es tan feliz que nunca se le ha pasado por la cabeza o está tan enamorado de ella que lo que a mí me parece insoportable a él le suena a música celestial…

El caso es que una ya, como podréis imaginar algunos, uno o dos minutos antes de que se produzca este peculiar fenómeno diario, se despierta, si es que estuviera aún durmiendo o se pone en guardia, si ya se hubiera despertado, “esperando”-aunque más bien debiera decir, desesperando-el estornudo vecino. Y comienzo a contar:

“Uno…dos…tres… ¡Ánimo, que ya queda menos!”... Me digo a mí misma.Y cuando lleva siete, me doy autoinstrucciones para intentar soportarlo con serenidad. “Tranquila, sólo quedan tres”. Cuando, finalmente, llega el tan “deseado” décimo estornudo, una respira profundo y piensa… “Bueno, pues ya está. Mañana será otro día”.

Un día que me crucé con ella por la calle, me comentó que era algo estacional. "¿Estacional?- le pregunté asombrada". Pues recordaba, perfectamente, haberla escuchado su personal "cántico", a lo largo de las cuatro estaciones del año. "Sí.-Respondió- En verano, porque hay mucha sequedad en el ambiente. En otoño, por el amigo de estación. En invierno, porque hace mucho frío y en primavera, porque soy alérgica.

Como la neurología siempre ha suscitado mucho interés para mí, ya que es una de mis grandes vocaciones no llevada a la práctica, estoy dispuesta a averiguar cuál es la razón para que esta buena mujer sufra, para mí es así, este síndrome, que lo veo como algo de tipo patológico. Pues desde mi lego punto de vista, sobre el tema, es una especie de epilepsia atípica.  Pero una vez que investigue sobre ello, pienso hacerle una amable visita a su casa para comunicarle los resultados de mis pesquisas, con la intención de que éstas sirvan para poner fin a tan molesto hábito y que pueda descansar de él esta señora, su marido, sus hijos, y todos los que vivimos circundantes a su domicilio.

Os tendré informados. 

Ángel C. T. ©2014

2 comentarios:

  1. ¡Menuda cruz! Yo conocí a un señor que le pasaba lo mismo. Por fortuna era al mediodía o primera hora de la tarde.

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    1. Pues, porque mi vecina está felizmente casada o eso parece, que si no... hubiera sido un buen candidato para marido de la susodicha.

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