Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

9 ene 2015

EL MOÑITO DE MI TÍA

Ese moñito de los buenos deseos, que levitaba, blanco y luminoso, cual ala de ángel revoltoso, llegó por wasap, de regalo, para desearme un feliz cierre de aquél maravilloso evento. 

El perfecto moño, peinado con delicadeza y sutileza, de esa cabecita tan inteligente que tanto ha ayudado a resolver la vida a otros, fue recibido con grata sorpresa y mucho agradecimiento. Llegó, como llegan las cosas más hermosas de la vida, en el mejor momento. 

A partir de ahora, cuento con la custodia liviana de ese moño redentor, fiel a su dueña siempre-que tanto bien ha realizado a lo largo de su vida- que me acompañará en los proyectos futuros para que no sienta el vértigo del “¿qué vendrá después?”, sino la certeza de que será el mejor augurio de un éxito cierto y “requetecierto”-ya lo veo venir...- como el más sagrado de los amuleto, lejos de cualquier atisbo de superstición. 

Gracias, tía. Es imposible no creer en los Milagros, teniéndote a ti. Llevaré tu moñito blanco y liviano, como un broche de honor, prendido en mi corazón y lo pasearé, con orgullo, por todas las calles, barrios y países del arte, por donde viaje, con la misma solemnidad que tú, -cual corona de “soberana de los buenos deseos”-lo llevas puesto.

                                            FIN… PERO NO DEL MOÑO

Ángel C. T. ©2014 

(Con la colaboración estelar de mi prima, como "enviadora" del moño)


Fotgrafía del moñito de mi tía, en todo su esplendor, hecha por mi prima y enviado por wasap.

6 comentarios:

  1. Es un moño perfecto de una mujer, al parecer, sabia y cariñosa donde las haya. Para estar orgulloso/a.

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    1. Así es, Manolo. Ella es una de estas mujeres con una gran inteligencia natural que por la circunstancias propias de su generación, no tuvo la posibilidad de cultivarse como hubiera merecido. Siempre dispuesta y ocupada en echar una mano a todo aquél que necesitara de ello. Hubiera podido ser cualquier cosa que se hubiera propuesto. Creo que lo que ha llegado a ser es una persona querida, en especial por sus hijos, sobrinos y los que han tratado más de cerca, que es, ni más ni menos, lo que le hace feliz.
      Gracias por tu intuitivo y afectuoso comentario, Manolo.

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  2. Fátima Reyes Garcia11 de enero de 2015, 19:37

    Qué bonito es tener un moño así, cerquita, yo tenía el de mi abuela, que en su vida se dedicó al mismo menester que tu querida tía, haciéndonos felices a los que la rodeaban,desgraciadamente, hace ya años que el cielo reclamó su dulzura, aunque a mi me dejó todas sus enseñanzas que en forma de romances o cuentos nos explicaba.

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    1. Ley de vida, dicen, Fátima... Unos moños vienen y otros van. El de mi tía me recuerda mucho al de mi abuela -su madre-. Y lo curioso es que se convierten en recuerdos que nos acompañan siempre, a pesar de que tienen su final. Tu recuerdo es precioso, seguro que a la altura de ese moño de tu abuela. Gracias por compartirlo, amiga.

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