Serafín, hombre bonachón, aburrido e ininteligible como el borrador de los informes de contabilidad de una asesoría de capital con minúsculas y letra pequeña. Temeroso de sí mismo, vestido con camisa de rayitas de tejido adiposo… eso sí, de una calidad extraordinaria, nadie lo diría porque con aires de pobreza meneaba el abanico hasta en la visitas a Hacienda.
Le gustaba hacer posturas, sin intenciones seductoras… faltaría más…De todos modos, que se sepa, nadie lo hubiera creído ni tomado en serio. Era hombre poco atractivo para el género humano en general, y, en particular, para ambos sexos. Eso sí, volvía loco a las ballenas. Lástima que a ninguna pudiera traerla consigo como animal de compañía… Tanto le hubiera gustado que a menudo hablaba de ello con profunda tristeza… “Aquella ballena, decía el hombre… aquella ballena… aún la recuerdo… con vida”. Me recorría por el cuerpo su nostalgia ballenera, cuando lo escuchaba… ¡Qué pesadez, por otra parte!
Se quedaba absorto mirando tras los cristales de la oficina cuando acudía a trabajar. Alguien le preguntó una vez que, qué era lo que contemplaba con tanta atención, porque el paisaje se limitaba mucho, con el muro de ladrillo del edificio de enfrente… -“Pues estas manchitas del cristal que me intrigan… estén limpios o sucios, siempre conservan su encanto… Es posible que estén retenidas en algún lugar entre esta dimensión y la siguiente.”-Y se perdía su mirada en la cercanía de esas motas blancas.
Decía que normalmente prefería trabajar los sábados, domingos, y fiestas de engordar, pues entre semana se quejaba de que aquél lugar estaba demasiado concurrido.
-...Que no vengo yo esos días aunque se llamen laborables.
-Pero Serafín -le decía el jefe- debes cumplir con tus horas de trabajo semanales. Me da igual que vengas ocho diarias por cinco días o que te hagas del tirón las cuarenta en el fin de semana.
-Bien, contestó él, pues me haré las cuarenta y no se hable más... que del sueldo. Y no cumpliré horas extras, eso desde luego”.
Así que sólo contaba con ocho horas de descanso en el fin de semana, que se le iban dos en comer -sus variados bocadillos de mortadela- y las otras seis en dormir tres horas cada día. Se organizaba bien. Es que era hombre de cálculos y cuentas de rosario.
En una ocasión se planteó seriamente la posibilidad de contraer matrimonio con alguna persona que le hiciera el menor caso… pero nadie llegó a hacérselo, con lo cual, enseguida desechó esa idea que nunca supo de donde vino ni adónde fue. Volvió a la realidad veterana y habitual y se quedó como estaba. Estaba más o menos… gracias, por preguntar, le daré recuerdos de tu parte.
Pero lo que sí se le pasó por la cabeza más de una vez, además del aire acondicionado de esta oficina estrecha de miras -también llamada oficina a secas- fue la tierna posibilidad de procrear, en un determinado momento en que el se puso a reflexionar y llegó a esta aguda e invernal conclusión: “Huy yo creo que me siento un poco solo”.
Efectivamente, se sentía solo, acertó de pleno… Eso le pasó por pararse a pensar. ¡Quién le mandaría!... Su jefe no le pedía tanto.
Como no tenía fácil eso de la conquista de los territorios sexuales ajenos, a veces ni de los propios, estudió la opción de adoptar. Así que, aquél sábado -después de hincar los codos durante toda la semana como para oposiciones de Estado de buena esperanza, en este caso, y terminar por coser coderas al jersey, pasado de moda, que llevaba- en el tiempo que tenía previsto para comer, entró en Internet a buscar la información precisa.
Se apoderó de él un sentimiento de euforia tremendo. Casi no le salían las palabras de los dedos, cuando comenzó a escribir ese mensaje y a rellenar aquella ficha con los datos requeridos para la petición de paternidad. Tan nervioso estaba que no atinaba con el intro y un par de veces borró totalmente la información ya escrita. Qué pena… se consumió las dos horas previstas de todo el fin de semana para consumir algún alimento, valga la redundancia y el eco adormecido de este lamento, e incluso le robó unos cuantos minutos, también al sueño REM… Pero la vida es así, cuando algo queremos, a veces, algo hay que sacrificar…- Ésta es de esas frases odiosas pero con las que siempre se queda bien ante las visitas.
Lo que me da verdadero apuro referir es cómo ese hombres sencillo, porque no le quedaba más remedio, que dormía poco, comía menos y respiraba de puro milagro, aparte de tener alergia a los ácaros-no me parecía bien ocultar este detalle, por lo insignificante-; la mayor parte de su tiempo, cuentas enfurecidas y deslenguadas, se ilusionó como un niño esperando un regalo de Reyes que no iba a recibir nunca.
Pero como era empedernido solitario, tal vez antisocial, tengo dudas, -habría que preguntarle a un buen psicólogo quizá…- pues ni se le pasó por la mocha el consultar con alguien este deseo efervescente como la aspirina pero sin ácido acetilsalicílico. Hasta que un amigo de esos que no lo son, le envió a la consulta de un cierto doctor con fama de atender pedidos curiosos... cuanto menos. Él fue:
-Serafín, te veo entusiasmado con la idea de ser “padre-madre”. Te trasplantaremos el útero de una mona para que tengas un hijo monísimo, por ondas electromagnéticas. ¿Qué te parece?
-En principio, suena bien. Mejor que una orquesta de pueblo. Lo importante es que llegase a término.
-No te preocupes. De eso me encargo yo.-Le dijo el Dr. Gerundio, “gine-mono-logo”.
Pero Serafín no se dejó persuadir por los encantos médicos-proféticos de este doctor; tan familiar para algunos, y salió de su consulta ligerito de paso y con intenciones de asumir su natural y genética esterilidad. “Habrá que ir pensando en conformarse con la vida que uno lleva” pensó.
La cosa se puso así de fea… No me refiero a Serafín, sino al asunto que nos ocupa, aunque a mí la verdad, no demasiado… Soy la papelera de su despacho y casi lo único que me importa es que no me llenen de babosas cáscaras de pipas, latas de bebidas inflamables ni gases lacrimógenos, -me da grima el llanto fácil- y que me dejen bien limpita al final de la jornada.
Por Serafín, si te ha gustado esta historia de un señor que por mucho que lo intentó no pudo nunca ser normal, regálale una corbata y listo. Es hombre agradecido hasta decir basta. ¡Basta!
¡¡Qué lastima me da ese pobre hombre que hasta el nombre le viene que ni pintado!!.
ResponderEliminarSerafín seguro que algún día encuentra compañía o....¿no dicen que "Siempre hay un roto para un descosido", o "A cada capilla le llega su fiestecita" y acabo con otro (mira que hoy estoy refranera), "Dios aprieta, pero no ahoga"?.
¡¡Besos!!
Mira qué ojo tiene la niña... Adivíname ahora los números de La Primitiva del próximo jueves, anda. Pues sí, parece que te han contado algo sobre el siguiente relato... Tengo una propuesta de dama serafinera... A ver si la cosa prospera y podemos "lanzar las campanas al vuelo", para terminar con un refrán. Gracias, amiga, por tu brillante intervención como "resolucionadora" en estas vidas sencillas.
EliminarAy hija, jijjiji...ya veía yo a D. Gerundio cargándose las leyes de la genética!!! Me lo he pasado pipa leyéndolo pero ya sabes que me gusta ir más allá del humor y le busco el trasfondo, y la verdad, en mi vida, aunque parezca mentira me he tropezado con muchos serafines
ResponderEliminarSi es que... estos Serafines, van como locos por ahí, tropezándose con cualquier hijo de vecino... Buena gente son, eso sí.
EliminarGracias por tus "jijis" y tu comentario.
Tienes saludos de parte del Dr.Gerundio. Le gustan tus poemas, mira tú...
Jajaja....
ResponderEliminarMe han encantado los días de engordar, y encontrarme con D. Gerundio, y este pobre Serafín, que se entusiasma con sus ideas que no se sabe ni de donde vienen ni a dónde van, pero luego sigue tan contento y solitario como siempre....yo creo que le costaría acostumbrarse a la compañía humana....gracias, Angel! Besitos
Le costaría, le costaría... En los últimos tiempos se relaciona un poco más con la papelera... Pero qué quieres que te diga... no veo ahí una amistad duradera. Esa papelera es un poco superficial. Claro que... una Susana no se encuentra así como así. Gracias, amiga.
ResponderEliminarPobre Serafín, infelicidad sin fin, soledad, esperanzas rotas, genética imposible. Hay muchos serafines por la vida, por desgracia y es un sentido homenaje a ellos, que además resulta muy divertido y de muy grata lectura.
ResponderEliminarHay muchos Serafines y querubines... Todos ellos son aceptados y queridos, tal y como son, a través de este pequeño relato. Gracias por tu amable comentario, Manolo.
EliminarComo creo que ya he dicho, este genial Serafín me huele a Seraprincipio, Sensacional relato, Me ha hecho sonreir desde el título, porque me ha traído a la memoria el lenguaje de mis "Pulgarcito". Una de mis lecturas favoritas de mi tierna infancia, poco hecha, vuelta y vuelta. En esos tebeos, se empleaba un peculiar lenguaje casi desaparecido en el que abundaban expresiones como "ebúrneo mozalbete" ¡y se quedaban tan anchos! Genial.
ResponderEliminar"Pulegarcito, Tiovivo, DDT, Dindang... " ¡Qué buenos ratos hemos pasado algunos con esas disparatadas historietas que derrochaban buen humor, genialidad y travesuras. Me llamaba la atención algunos de los insultos, si es que se les puede considerar así, con los que solían "homenajearse" unos a otros, viñeta va, viñeta viene: Berzotas, merluzo, panoli, zangolotino, etc. En fin, cualquier oportunidad es buena para revivir momentos inolvidables.
EliminarGracias Francisco, por devolverme, por unos instantes, a esa tierna infancia.