No vivía con Teodosio, su pareja, en un paraíso celestial , precisamente, pero le quería. Los medios con los que contaban para hacer realidad sus sueños eran escasos. El romanticismo funcionaba a grandes rasgos. Él tenía buen criterio y ropa de marca pero para ella no era suficiente, necesitaba más; algo que le diera satisfacción interior, sin eso, la relación estaba abocada al fracaso absoluto.
-Cariño, sé que no vivimos en el paraíso celestial, porque lo acabo de leer más arriba, pero tú tienes muchos pájaros en la cabeza. Así es complicada la convivencia...
-No tengo muchos, Teodosio, sólo tengo siete. Uno por cada día de la semana. Con menos no sé si podría vivir. Soy humana y necesito un poco de imaginación para escribir, pintar e incluso para amarte.
-Tú misma, pero en estos momentos, no sé qué decirte. Te dejaré sola con tus pensamientos y con esas siete aves no marinas y multicolores. Las pobres no tienen culpa de nada, lo reconozco.
Pero el pájaro del domingo se enamoró del pajarito del lunes y se fueron a procrear a Egipto, sobre la tumba de Tutankamón, porque para ir a remar en góndola veneciana hacía demasiado frío ya.
El pájaro del viernes se animó y comenzó a ponerle ojitos golosos al del martes. Y una madrugada, prepararon el equipaje y en el momento del amanecer ya estaban lejos, y para siempre, de la cabeza de Celeste.
El del miércoles se llevaba fatal con el del sábado pero ¿a ver quién es el guapo que entiende las relaciones amorosas? Y además no es conveniente entrometerse en una pareja, para no salir malparado.
Pues allá que se fueron con sus discusiones, y su devaneo, a freír bizcochos y a pelearse por recoger las migas con sus picos, después de haberlos desmenuzados.
Y sobre la cabeza de Celeste, solamente quedó el pájaro del jueves. Ella le confesó:
-Pajarito querido, has sido el más leal de todos estos truhanes que me han trajinado la sesera bien trajinada. Has permanecido conmigo en las uvas y en las maduras. Puede ser que estemos hechos el uno para el otro. Por mí, a partir de hoy, serás el pájaro de cada uno de los días de la semana.
-Yo solamente llegué un día, no sé bien de dónde, con el firme propósito de llevarte directamente al universo de los sueños, sin ninguna otra ambición más que la de hacerte feliz por el resto de tu vida, pero como estabas empeñada en planchar la ropa de marca a tu amado Teodosio, no quería romper la absurda magia del momento. Por eso he permanecido callado, respetándote. No me habrás escuchado decir ni pío en todo este tiempo. He dejado que fueran los demás los que te cantasen en la mocha sus cantos inspiradores.
-Me dejas boquiabierta. Eso es amor y no otra cosa. En estos momentos el pulso me impulsa, y estoy dispuesta a todo contigo, hasta a volverme majareta perdida, si no es que lo estoy ya un poquito.
-Bien, pues volemos juntos, para siempre, hasta el fin de los tiempos. Allí, si no nos estrellamos al aterrizar, o nos chocamos con el muro invisible que hay estratégicamente colocado en ese final, seremos felices y curaremos cicatrices… humanas.
Que felicidad la de tener un pajarito fiel, que te acompaña aunque Teodosio se largue con la bailarina de turno. Que bien sentirse querido y acompañado. Viva el pajarito del Jueves, de esos quedan pocos y quien los tiene, posee el tesoro del amor.
ResponderEliminarDesde luego, Manolo, quien tiene la fortuna de dar con alguien leal y que sepa volar... tiene ganado ya medio cielo.
EliminarGracias por tu ingenioso comentario. Un abrazo.