en el próximo aliento.
Y rasgar la cortina
de la madrugada compartida
o descorrer cierto tupido velo.
Escucho tu melodía naranja
como el cielo de un atardecer solitario.
y decido subir,
escalar hasta tu mirada,
para robar los residuos de tus lágrimas,
sus fulgores.
Liberarlos del cautiverio de un sueño
con la puerta cerrada a cal y canto.
Como una maga,
o un delirio humano,
nadar en los lagos de tus manos
y no ahogarme.
Vengo a empacharme de unos besos
que están esperando
desde el principio de los tiempos.
Me pertenecen, les pertenezco.
Tenemos una cita concertada.
El mundo podría desintegrarse,
en cualquier momento,
entre nuestros cuerpos, fundirse.
Tu cuello, mi cuello, tus brazos...
¡tus brazos!
No dejemos nada pendiente.
Podríamos olvidarnos...
y no merecer nacer de nuevo.
Ángeles Córdoba Tordesillas ©
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