Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

15 sept 2015

POEMA INDOLORO

Sin dolor no pudo filtrarse en un verso,
como hubiera deseado…
Poesía dorada sin dueño, con sobras del mediodía,
aquella rima… nada consentida.

De niña, rimita limpia pero no regordeta.
Con mejillas sonrosadas y calcetines caídos.
Poemitas, de mañana temprano… “te me acuestas ya
que amanecerás muy cansada para ir al colegio
a estudiar los conquistadores españoles
y aprender sumas y restas”

Versos de liebre para echar a correr en los recreos,
Coplitas monas de cantos de patio con tobogán
por donde se deslizan las horas, extenuadas de tanto jugar.
Al corro de la patata, comeremos ensalada…
¿Y qué más?
Sólo ensalada, parece poco,
tal vez algún pareado... fuera necesario.

El uniforme tiene falda plisada, blusa blanca inmaculada,
La medalla de la virgen había que ganarla, como la banda,
por buen comportamiento o por ser aplicada.

La rima no se arrima a ninguna otra.
Tímida y desplazada.
Quisiera estudiar música pero su padre no gana lo suficiente
o no tiene oído ni talento para ello.

Siempre se cree lo que le dicen, hasta “cuatro ojos”.
Y rima que no se arrima, no ve bien.
Siendo corta de vista,
habría que ser más larga por otra arista…
o estudiar geometría, ¡caramba, siempre disonante!

Sin dolor la letra no entra
y los números aprovechan…
Juegan libres de horarios y castigos.
Se multiplican por veinte o desaparecen.
Cuenta hasta diez que me escondo pero no a lo inglés
y a ver si me encuentras después.

“Por este atajo llegaré antes a casa”…
¿Quería regresar allí
o volar en globo con sus ilusiones
hasta otro mundo más poético,
donde las rimas tuvieran sus poemas
y pudiera fusionarse con ellos?

Volvía cada tarde, aunque no fuera esperada.
Acaso ella misma, la esperanza fuera un día
y, el dolor jubilado ya… la quisiera.

Ángeles Córdoba Tordesillas ©


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