Con amplitud de tiempo y decoro, allí aparecieron varios,
amontonados, pescaditos para apostar por un presagio amoroso. Por culpa de una larga cola en una pescadería, Ramón y
Amancia, se conocieron.
El flechazo no fue inmediato. Primero hubieron de pedir sus
respectivos pescados para cocinarlos. Él a la marinera, merluza fresca, para una
invitación a una cena de amigos y ella en salsa verde, con almejas y guisantes,
la misma fresquita merluza. “¡A la rica merluza oiga!”… Les unió el destino por
unas rodajas de pescado fresco.
Pero mucho más conmovedor que ese encuentro, tal vez no
fortuito sino bien procesado por el ordenador del tiempo, fue el que
concibieran grandes vistas a un futuro soleado, con el mar ante sus ojos y todo
el pescado del mundo esperándolos… ¡Tan romántico ese idilio!
Comenzaron a cortar y coser cortinas para un feliz
dormitorio estampado. Cojines de figurillas angelicales e hilo musical por toda
la casa. En el salón ante los grandes ventanales un aroma de nardo, que destilaba
perfume a limpio y energía renovada por aquellos rincones, de ese preciso
momento soñado.
-Mira qué virguería he comprado hoy, Ramón.
-Para hacer polos de frambuesa…
-Hummm. Pues hazlos… ya me están entrando ganas. Soy
antojadizo sin embarazo y resulta que tú me vienes con fruslerías de las finas
e irresistibles ¡Cuánto te quiero y cuánto nos compenetramos, mon amour!
-Veremos… puede que para postre. Según te portes… Y no me
hables en francés, mas que en la cama, que me acostumbro.
Y se portó bien. Fue varias veces de la cocina al
dormitorio y viceversa, por miedo a perderse tampoco se portó más lejos, hasta
que le importó las bases de una incondicional pizza de cuatro estaciones, con
pepperoni, pedida a domicilio. Después esos polos… ni de ensueño. Estaban mejor
que bien. ¡Anda que no!
Todo se les hacía como en una película de amor, y ella,
Amancia, resultó en estado de buena esperanza… de algún vástago que habría de
nacer para la Nochebuena
del Señor, supusieron, que no se opusieron, ya se habían puesto mucho a ello.
La historia sucedió en un otoño cualquiera, dentro de este siglo,
por supuesto. Comenzó con la caída de la
hoja y con la subida del precio del pescado. y duró hasta el otoño de sus
vidas. Porque el invierno, llegó antes de tiempo para los dos.
-Ahora que yo recuerdo… No es por nada, verás… pero, aquél
día en la pescadería del mercado del barrio…
-Suéltalo ya, a ver si te va a envenenar…
-Sí. Lo que has oído. No te hagas el sordo que algunas veces
te viene esto muy bien para no escuchar las verdades.
-¿Qué verdades?... ¿Pero de qué hablas?
-De verdades, que no de necedades.
-Tampoco… Ahora no te hagas el tonto. Tú no pediste la vez,
y creo recordar que llegaste después de mí... Me pregunto porqué…
-Es cierto. Me colé. Pero porque la cola era más larga que
la de una pescadilla que se muerde la ídem, y tenía cierta prisa. Nunca he sido tan rápido como tú,
preparando el pescado ni las cenas de invitados.
-Me lo temía. Pero entonces, tú no me conocías… aún no
sabías la prisa que yo me daba.
-Pero lo imaginé nada más verte la cara, tus bíceps
“pescaderiles” y esa hechura de espalda que tienes, a lo Robinson Crusoe.
-Ya. Ahora alábame… No sabes tú nada. ¡Qué engañada he estado
contigo, alma mía!
-Por dios bendito, Amancia… Todo iba tan bien entre
nosotros… Y ya hemos pagado el chalet… ¿No me digas que este relato va a
terminar en divorcio a la americana, que se titula “Aventura de otoño” y yo le
predecía un final feliz?
-Bien. Para que tus sueños se hagan realidad, una vez más,
dejémoslo estar. Tenemos cuatro hijos, seis nietos a los que les gusta andar
descalzos, dos perros, tres gatos, una banda de música, un puesto de pescado
fresco ambulante… y aún nos queremos. Aprenderé a perdonar. Puede que algún
libro de crecimiento personal me ayude. Seguiremos juntos y así terminaremos
hasta el fin de nuestros días; no sé si en alguna residencia o vendrá a
cuidarnos alguien del Ayuntamiento, pero por favor, eso sí te pido, una vez y
nada más, que nunca te he pedido nada, ¡no se te ocurra volver a colarte en
ningún sitio! No te hablo más o vamos al notario para hacer separación de
bienes. Tú por tu lado y yo por el mío.
-Amancia, querida…te amo.
-Yo también a ti, Ramón. Hoy limpias tú el pescado.
-Con mucho gusto, corazón. Me encanta cómo se refleja la luz
del sol en tu pelo… y ese brillo que te da la edad en tus mejillas regordetas y
juguetonas, como de no pasar hambre. Mientras languidecen las hojas y caen a
merced de este viento otoñal…
-Cómo sabes tocarme las teclas, Ramón, tan delicado que eres
a veces, no puedo resistirme.
Ambos desaparecieron de escena… que, a ciencia cierta no
puedo precisar cuál era, porque se mueven tanto… Pero en algún lugar de ese
hogar construido a base de amor, pescado fresco del Atlántico Norte y lo que
venga…
Les auguro muchos años de convivencia pacífica, casi todo el
rato.
Ángeles Córdoba Tordesillas ©2014
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Acuarelita pintada con estas gafitas que Dios me ha dado.
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Por favor, no me crees el problema de preguntarme cuál de tus geniales locuras me gusta más. Me ha encantado esta historia de amor fresco que has pescado en las aguas de tu imaginación.
ResponderEliminarLa acuarelita sería un precioso diseño de estampado de telas. Buenísima.
No te pondré en ese trance, Francisco.
EliminarMe da lo mismo comer el pescado con tenedor,que el tenedor con pescado.
Gracias por disfrutar de lo que escribimos desde la imaginación de estas aguas...
Que historia de amor, tan divertida y conmovedora a la vez. Es increible tu enorme capacidad para relatar estas pequeñas historias que nos emocionan y nos alegran la vida. Gracias corazón.
ResponderEliminar¡Qué satisfacción más grande el conseguir alegraros la vida, aunque sea un poquito nada más!...
EliminarMuchas gracias, Manolo, con tanto halago, me voy a acostumbrar mal, como le pasa a Amancia, cuando le hablan en francés.
¡¡¡ Jajajajja !!! que historia más buena, que talento para hacer historias con diálogos de lo más divertidos. Es una MARAVILLA. Felicidades de nuevo.
ResponderEliminarQué bien que te haya divertido, Sergi. Muchas gracias por esa felicitación. Me anima a seguir escribiendo y con más entusiasmo si cabe.
EliminarÁngel,de verdad que me maravillas,éste relato tiene hasta modulación de ritmo...¡me encanta!
ResponderEliminarModulación de ritmo... vaya, vaya... Eso aún no me lo había comentado nadie. Gracias Fátima.
EliminarSiempre hay una primera vez...;)
ResponderEliminarPor supuesto, Fátima. Y en este caso, ojalá esta primera vez... traiga mucha cola.
EliminarUn besito y gracias.
Muakiss!!!
ResponderEliminarAquí te espero, Fátima.
EliminarJajajaja.....ya no sé con qué más historias puedes sorprenderme.....o mejor dicho, mira que no dejas de sorprenderme!! Qué bien me lo paso, Angel...gracias!
ResponderEliminarUn beso
Pues si supieras lo bien que me lo paso yo, leyendo vuestros comentarios. Siempre amables y cariñosos.
EliminarEspero seguir sorprendiéndoos.
Gracias, Susana.
Listo este Ramón....consiguió colarse en la pescadería y conquistar a Amancia, así que mató dos pájaros, con su correspondiente cola, de un tiro.
ResponderEliminarDivertidísimo Angel!!!
¡Hola, hola, pajarito sin cola! Muchas gracias, Arantza, por esa frescura, de pescado, con la que dices las cosas.
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