Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

15 dic 2014

TODO POR SEGISMUNDO

El energúmeno de sombrero, con forma lenticular, de pobre estampa, tuvo que acudir al depósito de cadáveres, porque su vecino estaba ocupado en asuntos propios, aquella invernal mañana de diciembre, con niebla y todo, para identificar a Segismundo, el gato del barrio. Muchos años y parafernalias llevaba viviendo por esas calles… 
-Sí, es él.-Dijo escuetamente. Y siete lágrimas resbalaron por sus mejillas. Una por cada vida que no tendría el felino.

Sabía en lo más profundo de su corazón, que ninguno que viniera después, iba a poder llenar el vacío que él había dejado en sus vidas. Era alguien insustituible, único, extraordinario. Un ser que había conseguido llenar sus días de color y sonrisas… Ahora se preguntaba sobre cómo sería su futuro sin verlo y escucharlo cada mañana, cada tarde, a cada hora… Otras dos lágrimas se le escaparon para acompañar a las otras, en cómplice luto. Se sonó la nariz, con un clínex medio usado que llevaba en el bolsillo de la chaqueta pasada de moda, que languidecía de pena y dolor. Salió de aquél lugar; horrible pesadilla, atusándose el bigote. 

Después de eso se acercó al super, porque se le había terminado el conejo y pensaba prepararlo con arroz al día siguiente. Vivía solo y él mismo tenía que cocinar. 

Ángel Córdoba Tordesillas ©

Acuarelita rápida de Segismundo; de cuerpo presente. Pintada con estas gafitas que Dios me ha dado.

8 comentarios:

  1. Es hermosa y surrealista la historia. A mi los gatos me encantan, tuve una gata. Son animales muy inteligentes, independientes y comparten territorio contigo. Se hacen entrañables y cuando mueren, al menos cuando murió mi gata y aunque no me tocó indentificar su cadáver, derramé muchas lágrimas. Me encanta como siemrpe.

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    1. Gracias Manolo, por compartir esa historia y dejarla aquí en este depósito de alegrías y penas, en forma de nube electrónica.

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  2. He visto un lindo gatito en la morgue. Era Segismundo, pobre.

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    1. Así es, Manolo. Un lindo gatito... y todo estiradito.
      Gracias por avisar. Permaneceré atenta a ese felino, ya ausente.

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  3. Y luego dirán algunos miserables que es lo mismo gato que liebre... O CONEJO

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