Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

25 feb 2015

ESPANTO OSOS

Hay días que espanto osos y nada más.
Son algunos ridículos días, tediosos e inexplicablemente dados de sí… por mucho que te empeñes en que se ajusten a tu medida, no lo hacen ni en broma. Hay que dejarlos pasar, sin prestarles demasiada atención… se podrían acostumbrar.
Al principio no veo osos, sólo espanto y horas sin maquillar… Intento cazar alguna al vuelo, sin conseguirlo.
Me columpio ingrávida en algún minuto leve, antes de la hora de comer. Trazo en papeles garabatos y palabras sin sentido ni dirección. Rastreo alguna pista para la felicidad, entre bostezo y bostezo.
Espanto osos… en cuanto comienzan a aparecer. Excepto uno, de peluche, que descubro en el saco del recuerdo de los muñecos de mi hijo, cuando niño, ése no quiero espantarlo… Lógico.
Caprichosa la tarde y mezquina, me escatima las singularidades de un día anodino a no poder más. Sin colorido, sólo grises indefinidos…oso por aquí, oso por allá… los sigo espantando.
Voy a cantar “La Canción de la Alegría”… a ver si así… a Beethoven le gustaría. Tengo entendido que aprendió a espantar osos, al mediodía, cuando simulaba escucharlos rugir a la vez que sus tripitas.
¿Será mañana día de maravill-ar-osos?
Esperemos que sí.

Ángel C. T. ©2014

2 comentarios:

  1. Sentémonos a esperar....
    ¡¡y esperemos que sí!!.

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    1. Seguro que sí, Aranzta. La mayoría de los días maravillo osos. Gracias.

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