Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

17 feb 2015

LA MENTE

Tendemos a confundir la actividad cerebral con la mente. Sin embargo, solamente están relacionadas.
El cerebro es un órgano y nuestra mente no está solamente en nuestro cerebro. Está en cada una de las células que componen nuestro organismo. La mente cumple su función a la perfección, muy diferente a la que tiene el cerebro. Ésta tiene un papel preponderante en la vida de cada uno de nosotros, de forma individual, pero también lo tiene en la colectividad humana. E incluso existe una mente universal. Su misión es categorizar el mundo que nos rodea, utilizando la información que proviene de nuestro cerebro y experiencia personal o colectiva, para organizar nuestra realidad, o esa ilusión que ella percibe como real, con la finalidad de poder controlarla. Esta "realidad" también nos incluye a nosotros mismos y, si no somos conscientes de ello, la mayor parte de nuestra vida la pasaremos como esclavos de nuestra mente. Estaremos sujetos a sus juicios, dictado y leyes.  
Nuestro cerebro tiene una capacidad cognitiva impresionante. Hemos escuchado en innumerables ocasiones que su potencial es enorme y que no desarrollamos todo este caudal de inteligencia sino apenas un porcentaje muy bajo.
En los últimos tiempos se ha constatado, científicamente, que la telepatía es un hecho. Nuestros cerebros tienen, entre muchas otras, esa facultad para comunicarse sin necesidad del lenguaje hablado o escrito. Puede ser que, en un futuro no muy lejano, las personas nos lleguemos a comunicar de esta manera de forma frecuente y voluntaria, a medida que vayamos desarrollando esta capacidad. Esto precisaría, obviamente, de entrenamiento. Hasta ahora ha parecido más propio de fascinantes espectáculos en los que ciertas personas, conocidas como mentalistas, conseguían "adivinar" qué número, carta, figura, etc., tenía en su mente el que transmitía la imagen al telépata. Claro, eso siempre que no fuera un juego de ilusionismo o algo que tuviera truco.
Todos algunas vez, estoy segura de ello, hemos comprobado con sorpresa, desconcierto y/o entusiasmo, cómo cuando hemos decidido telefonear a alguien conocido, en ese mismo momento, tal vez ya antes de marcar el número de esa persona o nada más descolgar el auricular, que podíamos escuchar al otro lado del hilo telefónico a esa persona en la que estábamos pensando.
No hay mejor conductor de la electricidad y productor, y transmisor, de señales químicas que el amor. Esto es, al menos, lo que pensamos algunos. Por eso al tener un sentimiento recíproco de amor hacia alguien, no es imposible, por mucho que lo parezca, que cuando nos llega la sensación de que esa persona se está acordando de nosotros lo esté haciendo verdaderamente. Incluso se puede llegar a percibir ciertos aspectos de su vida o de su personalidad, sin conocer a alguien físicamente, cuando se tiene un verdadero interés, por ese alguien, de una forma profunda. No es magia... es una conexión debida a la energía más poderosa que existe en el universo: El amor.
Pero no es del amor sobre lo que quería escribir, puesto que esto llevaría mucho más tiempo y espacio-curiosamente, para algo que trasciende estos dos conceptos- sino de la diferencia entre mente y cerebro.
Esta fotografía que tomé hace unos días, feliz-mente, me recordó a los árboles dendríticos de esas maravillosas células cerebrales, llamadas neuronas, gracias a las cuales, en estos momentos, por ejemplo, puedo escribir estas líneas. Estas ramas de estos dos magníficos árboles, me ha parecido que se comunicaban de forma análoga a los axones que con sus impulsos eléctricos envían los mensajes de una célula a otras. Cada uno de nosotros somos una célula que enviamos mensajes de diversas maneras pero de forma continua a todos los seres que nos circundan. El contenido de esos mensajes ya sería tema de otro discursito. 
¿Electricidad, química, telepatía, amor... todo es lo mismo? Si la mente nos dejara pensar más con el corazón, lo sabríamos.  

Ninguna cárcel
cautiverio perpetuo
mas que la mente.

Ángeles Córdoba Tordesillas ©2014


Fotografía propia hecha con estas gafitas que Dios me ha dado.

2 comentarios:

  1. Qué bien lo expresas, qué geniales razonamientos sobre los rincones que hacen la vida. Yo creo en la telepatía y se que a veces me comunico con gente aun de forma inconsciente. Tu foto, preciosa.

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    1. Muchas gracias, Manolo.
      La telepatía funciona de maravilla entre los buenos amigos. Yo, por supuesto,también creo en ella e incluso, algunas veces, la practico aunque no demasiado.

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