Ramona, la madre era patinadora profesional y trapecista. El
padre, Ramón, trompero, cada día llevaba a casa una trompa distinta con la
pasta que ganaba la mujer. No tenía mérito propio pero no le daba importancia a
este hecho reciente. Alguien, alguna vez, le llamó granuja… ¡Qué sabrán ellos! -Pensaron
los músicos trompetistas; la banda con la que compartía compañía y trampas en las salas
de trompas a la hora del aperitivo-.
Y a él, a Ramoncito, provisto de la mejor de las trompas que su padre trajo al dulce hogar, le dio por trabajar de elefante en el circo…
De casta le viene al galgo, dicen. “Respetadme, por favor, esa es mi decisión. Qué sí hijo, que sí, que lo entendemos”.
Unos años después, tras haber pasado la pubertad, se enamoró
de Belinda que no era muda ni manca la niña pero era la domadora oficial de fieras
sonámbulas y leones del mismo circo donde trabajaba Ramón. Belinda le tendió una
trampa de sentimientos cruzados y le hizo algarabía en los talones y pequeñeces
alternativas en el corazón agazapado sin concha, no como las tortugas carey, mientras pretendía domarlo de lo lindo...-huy, esta Belinda- pero por el lazo sentimental que le unió a ésta mujer que mantuvo romance va, romance viene con no se sabe cuántos fulanos, menganos o tramposos de incógnito,
le crecieron al pobre más cuernos que un perchero de pie o el becerro de oro y
tuvo que cambiar su oficio e irse con una familia gitana para trabajar como
cabra sobre una escalera de pintor de brocha gorda. Y todo por una mujer que
era enamoradiza, así sin más, sin consultarlo con la almohada, con el
veterinario ni siquiera con la autora de esta historia que hubiera querido
darle otro Dumbo a los acontecimientos, más encaminado a Disney, debido a la
influencia elefantíl de este circo inventado.
Las cosas vienen así y así hay que aceptarlas. Dios le da
cañas de pescar a quien no tiene ríos, con ese sentido del humor divino que
tiene, y se las quita a quien le apetece aunque tenga mares.
Ramoncito era un ser complaciente, uno de estos de saber conformarse, que aprendió a hacer de sus experiencias personales algo constructivo y laboral. Nadie podría reprocharle eso. Y nunca dijo ni este cuerno es mío... A pesar de todo, su vida no cambió tanto, seguía usando camiseta de
manga corta en verano y, en el tiempo frío, abrigos y bufanda de lana, hecha a mano, como todo
hijo de vecino que, dicho sea de paso, no le sentaban nada mal. Supo conformarse para no cabrearse y sus padres también. No
tuvieron más remedio ni chivos expiatorios por nietos . Pero Dios nos guarde a todos… en su trampa… Perdón, en su
memoria.
(Mis gafitas se ríen… pero no sé de qué. Con un jijiji… me
recuerdan a alguien... ¿será a Lindo Pulgoso?)
Ángel C.T. 2014
Jajajajaja.......yo ya no sé con que más vas a sorprendernos. Me ha encantado esta historia trompil y tu frase sobre el sentido del humor divino. Eres un derroche de imaginación y capacidad creativa, amiga mía. :)
ResponderEliminarTú sí que me soprendes, Susana, siempre con ese cariño con el que lees y comentas cada uno de mis relatos. Creo que, en especial, te gustan estas "vidas sencillas", no me preguntes porqué. Un abrazo y gracias.
EliminarJijjiji...te quiero, Ángel y a Ramoncito también, no sé si Dios nos guardará o dejará que nos sigamos perdiendo y encontrando, para volver a perdernos, pero tú historia me ha sacado una sonrisa y ha calentado un poquito mi corazón.
ResponderEliminarCuánto me alegro, Fátima. Es lo bueno que tienen las sonrisas. Hacen que olvidemos de aquello que nos duele. Esta nube pretende ser un lugar en donde todo el que entre se encuentre cómodo y si además le saca una sonrisa, mejor. Gracias por entrar un día más.
Eliminar¡¡¡JAJAJAJAJAJAJA...!!! Me he dado un trompazo por reírme a carcajadas. Sensacional e insólito, aunque se la solito.
ResponderEliminarVaya, Francisco, lo siento. Hay que andar con cuidado mientras se lee...
EliminarGracias por comentar.
Aunque se LEA, quise decir... Efectos del trompazo.
ResponderEliminarSon efectos de un trompazo bien dado, sin duda.
EliminarMe ha divertido muchisimo esta historia de Ramoncito, que se.mueve.por la vida entre trompas, trampas y circo. Me ha hecho reir y me ha dado ternura. Lo vuelvo a leer para.mi deleite Ángel.
ResponderEliminarEs un caso claro de una vida sencilla, Manolo, como habrás podido comprobar. Me parece encantador que te haya apetecido volver a leer esta historia de Ramoncito. Nada que alegar. Gracias.
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