Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

17 feb 2015

UNA HISTORIA SENTIMENTAL CON TROMPAS Y TRAMPAS.



Ramona, la madre era patinadora profesional y trapecista. El padre, Ramón, trompero, cada día llevaba a casa una trompa distinta con la pasta que ganaba la mujer. No tenía mérito propio pero no le daba importancia a este hecho reciente. Alguien, alguna vez, le llamó granuja… ¡Qué sabrán ellos! -Pensaron los músicos trompetistas; la banda con la que compartía compañía y trampas en las salas de trompas a la hora del aperitivo-.

Y a él, a Ramoncito, provisto de la mejor de las trompas que su padre trajo al dulce hogar,  le dio por trabajar de elefante en el circo… De casta le viene al galgo, dicen. “Respetadme, por favor, esa es mi decisión. Qué sí hijo, que sí, que lo entendemos”.

Unos años después, tras haber pasado la pubertad, se enamoró de Belinda que no era muda ni manca la niña pero era la domadora oficial de fieras sonámbulas y leones del mismo circo donde trabajaba Ramón. Belinda le tendió una trampa de sentimientos cruzados y le hizo algarabía en los talones y pequeñeces alternativas en el corazón agazapado sin concha, no como las tortugas carey, mientras pretendía domarlo de lo lindo...-huy, esta Belinda- pero por el lazo sentimental que le unió a ésta mujer que mantuvo romance va, romance viene con no se sabe cuántos fulanos, menganos o tramposos de incógnito, le crecieron al pobre más cuernos que un perchero de pie o el becerro de oro y tuvo que cambiar su oficio e irse con una familia gitana para trabajar como cabra sobre una escalera de pintor de brocha gorda. Y todo por una mujer que era enamoradiza, así sin más, sin consultarlo con la almohada, con el veterinario ni siquiera con la autora de esta historia que hubiera querido darle otro Dumbo a los acontecimientos, más encaminado a Disney, debido a la influencia elefantíl de este circo inventado.

Las cosas vienen así y así hay que aceptarlas. Dios le da cañas de pescar a quien no tiene ríos, con ese sentido del humor divino que tiene, y se las quita a quien le apetece aunque tenga mares. 

Ramoncito era un ser complaciente, uno de estos de saber conformarse, que aprendió a hacer de sus experiencias personales algo constructivo y laboral. Nadie podría reprocharle eso. Y nunca dijo ni este cuerno es mío... A pesar de todo, su vida no cambió tanto, seguía usando camiseta de manga corta en verano y, en el tiempo frío, abrigos y bufanda de lana, hecha a mano, como todo hijo de vecino que, dicho sea de paso, no le sentaban nada mal. Supo conformarse para no cabrearse y sus padres también. No tuvieron más remedio ni chivos expiatorios por nietos . Pero Dios nos guarde a todos… en su trampa… Perdón, en su memoria.

(Mis gafitas se ríen… pero no sé de qué. Con un jijiji… me recuerdan a alguien... ¿será a Lindo Pulgoso?)

Ángel C.T. 2014

10 comentarios:

  1. Jajajajaja.......yo ya no sé con que más vas a sorprendernos. Me ha encantado esta historia trompil y tu frase sobre el sentido del humor divino. Eres un derroche de imaginación y capacidad creativa, amiga mía. :)

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    1. Tú sí que me soprendes, Susana, siempre con ese cariño con el que lees y comentas cada uno de mis relatos. Creo que, en especial, te gustan estas "vidas sencillas", no me preguntes porqué. Un abrazo y gracias.

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  2. Fátima Reyes García.17 de febrero de 2015, 19:32

    Jijjiji...te quiero, Ángel y a Ramoncito también, no sé si Dios nos guardará o dejará que nos sigamos perdiendo y encontrando, para volver a perdernos, pero tú historia me ha sacado una sonrisa y ha calentado un poquito mi corazón.

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    1. Cuánto me alegro, Fátima. Es lo bueno que tienen las sonrisas. Hacen que olvidemos de aquello que nos duele. Esta nube pretende ser un lugar en donde todo el que entre se encuentre cómodo y si además le saca una sonrisa, mejor. Gracias por entrar un día más.

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  3. ¡¡¡JAJAJAJAJAJAJA...!!! Me he dado un trompazo por reírme a carcajadas. Sensacional e insólito, aunque se la solito.

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    1. Vaya, Francisco, lo siento. Hay que andar con cuidado mientras se lee...
      Gracias por comentar.

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  4. Aunque se LEA, quise decir... Efectos del trompazo.

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  5. Me ha divertido muchisimo esta historia de Ramoncito, que se.mueve.por la vida entre trompas, trampas y circo. Me ha hecho reir y me ha dado ternura. Lo vuelvo a leer para.mi deleite Ángel.

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    1. Es un caso claro de una vida sencilla, Manolo, como habrás podido comprobar. Me parece encantador que te haya apetecido volver a leer esta historia de Ramoncito. Nada que alegar. Gracias.

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