Perdió cuatro versos de las rimas gallegas de su madre, unas sí y
otras también, de talle fino y no digo nada de las leyendas.
Escondido tras las palabras, procede de cualquier viento de
primavera que lo lleva por delante, al capricho del hambre y de las ganas de
aventura. Nunca le dio a droga ni dura ni blanda. Solo tenía ojos para las
pestañas. Hecho un primor de temporada salvaje, con moto ruidosa y sin afeitar,
a lo moderno. A tres disgustos y medio de terminar la carrera de filosofía y
estampas.
Pasó el tiempo por la puerta de su casa y lo convirtió en un
adulto con posibilidades. Comenzó a interesarse por las mujeres delicadas y, también,
con instinto maternal... Tal vez necesitado aún de una madre compostelana. Llegó a tener numerosos romances con parada y fonda, digo funda.
Pero no culminó en nada serio. Normal, tratándose de un payaso, sin profesión
alguna.
Es un solitario y empedernido vividor, en el presente
continuo. Sin oportunidades para la generosidad ni la abundancia. Pasea cada
día por la nostalgia… sendero va, sendero viene, se como las moscas de
aburrimiento. No hace bricolaje en el tiempo de ocio. No tiene maña suficiente.
Conduce durante horas para no ver tanto la tele, algunas veces. Otras, le quita
las pilas al mando a distancia y las esconde. La comida se le pasa de fecha y los huevos
caducan en su nevera.
A veces recibe alguna llamada… de alguien que pregunta por
otro:
-No, se ha equivocado, aquí no vive ningún canario llamado
Alfonso.
-Usted perdone.
-No hay de qué… Yo me llamo Alfonso también, por si quiere
conversar conmigo, estaré encantado, pero no soy canario. Me gusta la música
clásica, y los deportes sin riesgo, tengo buena presencia, de mediana edad,
ojos castaño pardo, educado, de buena familia y bla bla bla…
Ángel C. T. 2014
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